El descubrimiento de vida más allá de la Tierra podría ser el santo grial de la ciencia. Y aunque todavía no hemos encontrado evidencia alguna de los “hombrecillos verdes” o de bacterias, los astrónomos continúan buscando las elusivas señales de la vida.
Una novedosa estrategia podría ayudarles en su búsqueda. El Dr. Michael Gillon, de la Universidad de Lieja, en Bélgica, ha propuesto un método que implicaría monitorizar determinadas regiones de estrellas cercanas en búsqueda de receptores extraterrestres destinados a comunicaciones interestelares.
El método más habitual en la búsqueda de inteligencias extraterrestres (o SETI) es el uso de grandes antenas de radio para escudriñar las estrellas, escuñando las posibles débiles señales procedentes de civilizaciones distantes.
Aunque los esfuerzos SETI han venido efectuándose desde el año 1959 todavía no hemos detectado una señal. Pero esto no significa que estemos solos o que debamos interrumpir la búsqueda.
Incluso sin la confirmación de una señal extraterrestre, muchos astrónomos argumentarían que los descubrimientos recientes han reforzado la hipótesis de que la vida extraterrestre podría ser abundante en el Universo. Con la ayuda del telescopio espacial Kepler hemos aprendido que los planetas son comunes en la Vía Láctea. Con la mayoría de estrellas teniendo al menos un planeta es concebible que algunos de ellos tuvieran las condiciones apropiadas para la vida.
Así que, ¿por qué no hemos detectado vida inteligente? Esta aparente contradicción entre la probable existencia de civilizacines inteligentes y la falta de contacto es lo que se conoce como la Paradoja de Fermi.
Una de las hipótesis para explicar esta famosa paradoja es que sondas autorreplicantes podrían haber explorado toda la galaxia, incluyendo nuestro Sistema Solar, pero que todavía no las hemos podido detectar. Una sonda autoreplicante se enviaría a otro sistema planetario donde aprovecharía los materiales existentes para crear una réplica de sí misma, que a su vez podría explorar otro sistema planetario, replicándose a su vez.
“Estamos todavía lejos de poder construir una sonda autorelicante, pero solo porque nuestra tecnología no es lo suficientemente madura y no debido a una limitación física obvia”, nos dice Gillon. Así que no puede excluirse que este fuese un proyecto ya acometido por una civilización extraterrestre.
Este estudio propone que sondas de otros sistemas estelares cercanos podrían usar las estrellas que orbitan como lentes gravitacionales para comunicarse eficientemente entre ellas. Cualquier estrella es lo suficientemente masiva como para curvar y amplificar luz. Este proceso, llamado lente gravitacional, es extremadamente poderoso. “Significa que el sol (o cualquier otra estrella) es una antena más potente que cualquiera que podamos llegar a construir” nos cuenta Guillon.
Esquema de trayectorias de luz en una lente gravitatoria. Las imágenes de objetos distantes adquieren forma de arcos rodeando el objeto masivo intermedio.
Según los autores, a partir de determinadas distancias, este tipo de lentes gravitacionales serían la única forma eficiente de comunicación, reduciendo así los tamaños, potencias y costes, de los sistemas de emisión y recepción, de estas sondas.
Han explorado la posibilidad de detección de una sonda imaginaria de este tipo, y han llegado a la conclusión de que sería muy difícil de detectar, ya sea por imagen directa (magnitud más débil que 30) o por ocultaciones (tránsitos).
Quizá habría alguna remota posibilidad, en cambio, de detectar accidentalmente parte de la información que estuvieran enviando, gracias a ese fenómeno de amplificación. Se propone utilizar el Allen Telescope Array (ATA) para ello.
Dada la dificultad de detección, proponen también la alternativa de enviar mensajes directamente a los puntos focales, con respecto a nuestro sol, de unas mil estrellas cercanas, con la esperanza de que alguna sonda de este tipo detecte el mensaje y se establezca contacto.
Los investigadores argumentan que, dado que esas sondas estarían investigando nuestro sistema solar o alrededores, ya habrían descubierto vida en la Tierra, por lo que entienden no hay ningún riesgo por darnos a conocer (ya nos habrían detectado).
En definitiva, basándose en este método, podrían existir en las líneas imaginarias que conectan unas estrellas con otras, instrumentos de comunicación interestelar. Conocemos exactamente dónde mirar e incluso dónde enviar mensajes.
“Un resultado negativo no nos diría mucho” explica Gillon. “Pero un resultado positivo representaría uno de los más importantes descubrimientos de todos los tiempos”
Fuente: astroseti
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