Cuando el Sol se expanda y la vida sea imposible en la Tierra, la primera opción será la de emigrar a otro planeta donde sea posible la supervivencia, pero la ciencia-ficción contempla otra opción: el propulsor Shkadov.
Bautizado así por el físico ruso Leonid Shkadov que en 1987 presentó el concepto de esta mega-estructura en la 38º Congreso de la Federación Astronautica Internacional, esta estructura permitirá arrastrar el Sol y, con él, todo el Sistema Solar hasta otra estrella más joven para que la Tierra sea capturada gravitatoriamente. De esta manera, la biota del planeta recibiría un nuevo aliento de vida.El propulsor Shkadov consistiría en un espejo o vela de escala astronómica que mostraría su cara cóncava hacia el Sol. La distancia a la que se colocaría mantendría en equilibrio la atracción gravitacional ejercida por la estrella con la presión de su radiación. Así se mantendría estable en el espacio. El espejo reflejaría la radiación solar en su superficie, empujando al Sol con su propia luz.
Leonid Shkadov propuso que la zona templada en la que se encuentra nuestro planeta sería un buen lugar para colocar el propulsor. La zona no iluminada debería contar con elementos que permitieran la refrigeración de la estructura. De lo contrario, dependiendo de su material, podría deformarse o fundirse perdiendo su funcionalidad.
Además, tampoco podrá colocarse en la órbita terrestre, sino perpendicular al plano orbital. Con un propulsor con una curvatura de 30º, la radiación reflejada llegaría también a la Tierra, aunque su influencia en la temperatura terrestre sería mínima según Viorel Badescu, termodinamicista de la Universidad Politécnica de Bucares que ha investigado motores estelares, que incluyen esferas de Dysony propulsores de Shkadov.
Otro problema será conseguir el material necesario, ya que requerirá 1/10,000 de la masa terrestre.
Aunque la estructura sea extensa, será muy fina. Un buen material para su construcción es un óxido de hierro como la hematita, que se ha sido usado para construir espejos. Para ello, será necesario obtener aprovechar todo el mineral de Mercurio, ya que sería más fácil hacer desaparecer todo un planeta para obtener los materiales que obtenerlos en pequeñas cantidades de los asteroides.
Otro inconveniente que surge es cómo se se construirían y se ensamblarían todas las piezas. Cómo podríamos acordar mundialmente que esta es la mejor solución para salvar la vida terrestre.
En términos relativos, al principio el viaje será lento. El Sol ya se mueve por la Vía Láctea a unos 792.000 millones de kilómetros por hora, por lo que en el primer millón de años, el trabajo del propulsor será desviar ligeramente su trayectoria. Después de 200 millones de años, la distancia en la posición que hubiera tomado el Sol y la posición modificada con el propulsor será de 10 a 40 parsecs, o lo que es lo mismo, entre 30 y 130 millones de años luz.
Antes de que pasen los miles de millones de años necesarios para que nuestro Sol nos aniquile, podriamos habernos desplazado lo suficiente para salvar a la Tierra. A tan solo unos pocos años luz ya se podrían encontrar muchas estrellas aptas para alojar a nuestro planeta. Sin embargo, haría falta una gran coordinación para conseguir que la Tierra pasase de nuestro acelerado Sistema Solar a otra estrella. No obstante, el artículo original de Shkadov sugirió que era posible.
Finalmente, el motivo para construir un propulsor de Shkadov no tendría que ser la supervivencia sino la curiosidad. Tras unos pocos miles de años, con la aceleración obtenida por el propulsor, nuestro Sistema Solar podría atravesar la galaxia o incluso dejarla atrás.
Fuente: PopularMechanics
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